MANEJO
DE NUESTRAS EMOCIONES Y EL ESTRÉS
Conocer
los efectos de las emociones en nuestra persona y en las demás es una habilidad
indispensable para madurar y conducirnos en diferentes contextos; si no la
desarrollamos, podemos quedar expuestos en diversas situaciones sociales o
bien, adoptar una serie de prácticas para “evadir” la realidad.
Las
emociones constituyen una expresión de la condición humana; son influidas por
una serie de aspectos internos, como la personalidad, las habilidades y
destrezas que vamos aprendiendo y perfeccionando y de elementos externos como
aquellos eventos que suceden en la vida diaria: relaciones con la familia y
amistades, problemas laborales, cambio de escuela o de casa, enfermedades,
malestar emocional, roles o estereotipos de género, oportunidades recreativas,
etc. Las emociones también son valiosos avisos que, bien reconocidos e
interpretados, pueden favorecer nuestro conocimiento e identidad y enriquecer
nuestro crecimiento personal.
De
forma cotidiana, experimentamos emociones como ira, miedo, felicidad, amor, sorpresa,
disgusto, tristeza, vergüenza, culpa, celos, apatía y envidia, entre otras que
socialmente son condicionadas o aceptadas, según el género.
Históricamente
se han definido expresiones emotivas diferentes para mujeres y hombres; por
ejemplo, mientras que socialmente se acepta que las mujeres demuestren
tristeza, alegría, miedo, angustia y culpa, se les niega la posibilidad de
demostrar enojo. Por su parte, la masculinidad hegemónica señala que los
hombres, para confirmarse como tales, no deben mostrar algunas emociones que
pueden ubicarlos en el plano de la debilidad, inferioridad o feminidad: las
emociones socialmente aceptadas para ellos son el enojo y la ira. Por lo tanto,
es necesario cuestionarnos sobre las diferencias entre mujeres y hombres, para
identificar y sobre todo, expresar las emociones.
En
ocasiones es difícil identificar que experimentamos una emoción porque no se
reconoce, sólo nos percibimos diferentes, pero no le damos un nombre a eso que
sentimos. Al no reconocer una emoción, resulta complicado su manejo y se puede
expresar en conductas que incluso llegan a afectar el bienestar físico,
emocional y social. Además de reconocer nuestras emociones, es fundamental
aprender a manejarlas y a no ocultarlas; reprimir o ignorar los sentimientos
puede ser contraproducente. La no expresión de emociones puede conducir a
problemas como depresión, violencia, consumo de alcohol y otras drogas, y otros
comportamientos de riesgo que se adoptan para afrontar malestares emocionales.
Se
requiere de tiempo para tener la capacidad de ver nuestro interior e
identificar lo que nos sucede como personas, en un proceso de intercambio
social permanente. Si reconocemos las emociones propias y ajenas, lograremos
una conexión más clara con aquello que las origina, identificaremos fortalezas
y oportunidades, lo que permitirá hacer frente a los retos de la vida.