martes, 25 de octubre de 2016

EN LÍNEA CON TU SALUD, LA COLUMNA DE YASS GUEVARA

NUESTRO NIÑO INTERIOR
Todos llevamos un niño interior, una parte infantil muy nuestra, es decir una parte juguetona, que desea alguna diversión en algún momento. El yo infantil representa al niño que fuimos y se manifiesta por actitudes, sentimientos valores, perspectivas que teníamos desde hace mucho tiempo y que son componentes, aunque muchas veces ocultos de nuestra personalidad.
Ese niño puede ayudarnos a comprender quienes hemos sido y por qué actuamos como actuamos ya que el cuenta con el registro de las experiencias pasadas, tanto placenteras como dolorosas. El niño real que todos los adultos fuimos alguna vez, hoy es sólo un símbolo, el tiempo y los sucesos lo obligaron a convertirse súbitamente en un pequeño adulto y que una vez que alcanzamos la edad adulta real, fue confinado, hoy no recordamos mucho de el, hoy no podemos recuperarlo, pero de pronto se sale, haciendo fluir comportamientos tan diferentes a los habituales.
Nuestro niño aprendió seguramente a reprimir sus enfados y muchas otras emociones con tal de adaptarse al modelo de comportamiento que de él se esperaba para encontrar el afecto y la aceptación, entre otras cosas.
Las experiencias reprimidas, regularmente terminan por manifestarse tarde o temprano, algunas veces en un comportamiento con baja autoestima, desarrollo personal mermado, ciertas reacciones autodestructivas, o una enorme y pesada careta de “no pasa nada”, o de “sí y qué”. Se llega a afirmar que en el fondo de un adulto cínico se esconde un niño interior lastimado al descubrir que el mundo no era lo que parecía, o lo que él quería que fuera, el corazón se vuelve mas frío, no mas cariñoso.
Las personas cuyo estilo personal es el sarcasmo, el insulto, el desprecio hacia los demás, la ofensa son el resultado de un trato brusco y plagado de comentarios mordaces. Como resultado, de un niño lastimado, las defensas más comunes suelen ser el distanciamiento emocional, pedir y dar muy poco, o prácticamente no invertir en las relaciones con los demás. Teniendo esto un impacto directo y en ocasiones devastador sobre la valía personal, es ahí cuando surge el “yo enmascarado”.
Tanto el niño feliz como el reprimido aparecen de cuando en cuando en nuestra vida con manifestaciones claras de las experiencias almacenadas a veces por toda la vida. Lastimosamente, muchos de nosotros hemos desatendido o reprimido nuestras experiencias infantiles tanto positivas como negativas y al cegarnos de esta manera limitamos la potencialidad y funcionalidad de nuestra conciencia y con ello la capacidad de disfrutar plenamente del diario vivir.

Recuerda que la salud es la riqueza mas valiosa del ser humano. Hasta la próxima.