NUESTRO
NIÑO INTERIOR
Todos
llevamos un niño interior, una parte infantil muy nuestra, es decir una parte
juguetona, que desea alguna diversión en algún momento. El yo infantil
representa al niño que fuimos y se manifiesta por actitudes, sentimientos
valores, perspectivas que teníamos desde hace mucho tiempo y que son
componentes, aunque muchas veces ocultos de nuestra personalidad.
Ese
niño puede ayudarnos a comprender quienes hemos sido y por qué actuamos como
actuamos ya que el cuenta con el registro de las experiencias pasadas, tanto
placenteras como dolorosas. El niño real que todos los adultos fuimos alguna
vez, hoy es sólo un símbolo, el tiempo y los sucesos lo obligaron a convertirse
súbitamente en un pequeño adulto y que una vez que alcanzamos la edad adulta
real, fue confinado, hoy no recordamos mucho de el, hoy no podemos recuperarlo,
pero de pronto se sale, haciendo fluir comportamientos tan diferentes a los
habituales.
Nuestro
niño aprendió seguramente a reprimir sus enfados y muchas otras emociones con
tal de adaptarse al modelo de comportamiento que de él se esperaba para
encontrar el afecto y la aceptación, entre otras cosas.
Las
experiencias reprimidas, regularmente terminan por manifestarse tarde o
temprano, algunas veces en un comportamiento con baja autoestima, desarrollo
personal mermado, ciertas reacciones autodestructivas, o una enorme y pesada
careta de “no pasa nada”, o de “sí y qué”. Se llega a afirmar que en el fondo
de un adulto cínico se esconde un niño interior lastimado al descubrir que el
mundo no era lo que parecía, o lo que él quería que fuera, el corazón se vuelve
mas frío, no mas cariñoso.
Las
personas cuyo estilo personal es el sarcasmo, el insulto, el desprecio hacia
los demás, la ofensa son el resultado de un trato brusco y plagado de comentarios
mordaces. Como resultado, de un niño lastimado, las defensas más comunes suelen
ser el distanciamiento emocional, pedir y dar muy poco, o prácticamente no
invertir en las relaciones con los demás. Teniendo esto un impacto directo y en
ocasiones devastador sobre la valía personal, es ahí cuando surge el “yo
enmascarado”.
Tanto
el niño feliz como el reprimido aparecen de cuando en cuando en nuestra vida
con manifestaciones claras de las experiencias almacenadas a veces por toda la
vida. Lastimosamente, muchos de nosotros hemos desatendido o reprimido nuestras
experiencias infantiles tanto positivas como negativas y al cegarnos de esta
manera limitamos la potencialidad y funcionalidad de nuestra conciencia y con
ello la capacidad de disfrutar plenamente del diario vivir.
Recuerda
que la salud es la riqueza mas valiosa del ser humano. Hasta la próxima.