miércoles, 18 de septiembre de 2013

Hasta pronto, mi querido amigo y Maestro Isaac Wolfson


Por Ricardo Hernández Esparza

Me enteré este miércoles por la noche que tú, mi admirado amigo y Maestro, decidiste abordar el tren de la inmortalidad.
Dejas en mí un sentimiento de mucha tristeza porque contigo se van muchos años de admiración por tu trabajo, primero, y luego por el tremendo placer de que me hubieras considerado tu amigo y, en algunos momentos, confidente de lo que te representó dejar en varios libros tu legado.
Lo que sí puedo presumir es que tú supiste desde que nos conocimos que si me involucré en este medio fascinante fue por ti. Era un adolescente cuando empecé a apasionarme por los números que tú manejabas y siempre manejaste con tanta habilidad e inteligencia hasta convertirte en el mejor estadístico y en el único que sin apoyo de la tecnología –que hoy hace experto de números a cualquiera de nosotros- creaste un prestigio que trascenderá por los años venideros.
Siempre te escuchaba con don Enrique que igualmente merece un reconocimiento aparte porque jamás mostró falta de respeto por tu labor; al contrario, aún y cuando al final decidiste hacer otro tipo de quehaceres, cuando surgía alguna duda de estadística deportiva, invariablemente ordenaba con energía: ¡Pregúntenle a don Isaac!
Recuerdo que un día, con algunos datos que ya había acumulado, mis siempre infaltables antecedentes de cada juego, le pedí a Roberto Martínez Otero la oportunidad de difundirlos en radio, concretamente con Jesús Manuel Hernández y luego vino la invitación a formar parte de La Peña de mi querido Adolfo Kirn que también tomó el camino que hoy tomas hace algún tiempo, lo que derivó en conocer y trabajar con Alberto Fabris del Toro en lo que fue una etapa extraordinaria de mi vida y que más tarde se tradujo en conocerte…¡por fin!
Recuerdo como si fuera hoy que cuando me presente contigo, estabas sentado a la espera de entrar a la cabina con don Enrique. Dejaste de leer y alzaste la mirada diciéndome: ¿Así que tú eres Ricardo Hernández?
No supe qué decir, me quedé callado y tus siguientes palabras fueron: “mucho gusto, ocasionalmente escucho La Peña y noté que te gustan los números. Bienvenido”.
Ese fue el inicio de una gran amistad. El alumno y el maestro, aunque en esta historia jamás se dio aquello de que el alumno superó al maestro porque si bien es cierto seguí compilando datos y me fueron etiquetando por ello, jamás pensé siquiera en faltarte al respeto de esa manera, porque mientras hoy formo parte de decenas, miles tal vez, que gustan de los números deportivos, tú fuiste, eres y seguirás siendo el único, el mejor.
Hoy, reitero, me siento muy triste. No voy a tener la oportunidad de volver a platicar contigo, mi amigo, mi Maestro. Pero ya lo haremos en otro plano en algún tiempo.