Observé
puntualmente el juego entre México y Trinidad y Tobago. Me mantuve tranquilo a
lo largo del primer tiempo y el arranque del segundo, sobre todo cuando el Tri
logró el 2-0.
Pensé
–equivocadamente- que estaba siendo testigo del juego de la reconciliación
entre el equipo nacional y sus seguidores en los cuales, obviamente, me
incluyo.
Sin
embargo, algo sucedió. Y solo porque no me levante de mi asiento lo puedo
creer, porque aquel que viendo el 2-0 decidió ir al baño o pararse para
volverle a echar papitas al plato de las botanas y regresó para encontrarse con
el hecho de que el Tri ya estaba perdiendo 3-2, seguramente pensó que le
estaban pasando imágenes de otro encuentro… pero no.
Así,
tan sencillo como lo explico, México dejó de funcionar al grado que en unos
cuantos minutos permitió que un equipo francamente limitado como el trinitario,
no solo igualara el marcador, sino que le diera la vuelta.
No
lo podía asimilar de cualquier manera.
No
obstante, más por vergüenza que por otra cosa, la selección mexicana reaccionó
y tuvo los arrestos para igualar e irse al frente 4-3, celebrando esa cuarta
anotación como si la hubiera logrado ante la Alemania de Beckenbauer, el Brasil
de Pelé o la Argentina de Maradona, cosa que no entendí, pero allá ellos.
Parecía
que México conquistaba un triunfo sacado de la nada, pero en la última jugada,
Trinidad y Tobago empató a 4 y una vez que el árbitro pitó el final del duelo,
haga usted de cuenta que, como impulsado por un resorte, nuestro folclórico
técnico nacional pegó un brinco que lo puso cara a cara con el silbante al que
le reclamó haber repuesto más tiempo del que debía y con ello permitió que
cayera la anotación del empate.
Y
entonces sí me asusté.
Primero,
porque me da mucha pena que tengamos un técnico que al más puro estilo de los
tecnicuchos de 3 pesos, cuando las cosas no salen bien, busque un culpable en
lugar de asumir su responsabilidad.
Segundo,
porque no veo argumentos para creer que el hexagonal final lo vayamos a
resolver positivamente, cuando no podemos vencer a equipos como Guatemala o
Trinidad y Tobago.
Tercero,
porque ya se puede armar todo un aparato publicitario para volvernos a
ilusionar con el Tri y lo que podría hacer en la copa del mundo si es que no se
nos complica el punto anterior, que volveremos a la vieja historia de soñar con
el quinto juego y no llegar más que al tercero o cuarto si se alinean los
astros.
Pero
esos son mis temores, Miguel Herrera, tú sigue haciendo show cada vez que
apareces en el banquillo nacional, muestra tu inconformidad con un resultado
negativo, echándole la culpa a otro, sigue peleándote con los reporteros que te
cuestionan, porque al final, me queda claro, creo que el problema es mío como
iluso aficionado que quiere volver a creer en el Tri, no tuyo.
Algo
así como: “No eres tú, soy yo”.
Los
invito a seguirme en twitter a través de @DeporPueblaRHE.